La cajamos. - ¡Hummm!…, creo que quiso decir la caixamos. - ¡Hummm!…, también no se encaja. - ¡Bah, ché! ¿Qué más da?!! El tema no fue conmigo pues yo no soy zorro. !Ni perro soy! - ¿Lobo? - ¡Válgame Dios! Un raquítico gato montés de esos que más parecen conejos estaría habilitado a ponerme en su boca y morderme en un único bocado. - ¿Cordero? - Sería cuestión de promover un profundo análisis a cuenta del I+D+i y ver la estructura de mis púdicas cejas para ver si se pueden vender como lana. Jorobado como ando, ya nadie en este mundo me arranca la corcova que me ofrece aspecto de camello a la aragonesa, para, sin mala leche y con poca agua, continuar bromeando en el candor silente de un ágil canguro por los archivos de mi avanzada demencia.
No hay unión entre cánidos y felinos. O esto yo me lo suponía cuando crie un lobo husky siberiano de un ojo azul y otro castaño. Me alegré cuando en cierta ocasión cazó el gato que había comido un periquito de mi estimación, poco después de haber obtenido libertad por poder vivir fuera de la jaula. Como cazar gatos parecía ser del agrado de su señor (luego yo, este flaco mortal) en poco tiempo se transformó en el coyote más temido de todos los felinos del barrio. Irónicamente, mi hijo menor ganó un gato de estimación como regalo de cumple años. No me fue difícil explicar al perro que no debería atacar el gato, aquel gato que mi hijo y yo tanto queríamos. En poco tiempo, el gato montaba a caballo del can como un jinete cruzado creyendo que era su señor. Y de hecho era su señor, pero los otros gatos del barrio, ¡hummm…!
Retornando a la gota por volta do can (ti xa me entedes), todos, por inducción, somos una carga estática, capaces de producir xerocopias y, por influencia de la alta tecnología, podemos salir de la peninsulaccíon y caminar en dirección al alto Volga para dar luz al folio de un cuarto tamaño (A4). Todos, sin excepción (los cilíndricos, los esféricos y los pastelados) podríamos vivir en paz y felices en la Galicia de mis sueños. Eso supondría preexistencia de una conciencia colectiva, apta a desarrollar interés por la persona del gallego humano, fauna y flora incluida, pues yo puedo sentir (I can feel) el amor todas las noches cuando me rindo al cansancio del día y veo desencantado como me aproximo al fin. Es lo suficiente para que este reguero inquieto se acerque a ti.
No siendo así, nos repatriaremos en las corredoiras y, como auténticos bi-pedos, desalados e implumes jureros, gritaremos a los cuatro vientos: - ¡Acagamos! - así como suena, por imperativo de su conjugación en primera persona del plural, infelizmente sin la donosura que Conde atribuye a los humanos seres de mi tierra.
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