domingo, 3 de enero de 2010

TOROS DE LA MESETA

Señor, ya en el primer día de tan jubiloso año viene usted con milongueras ocurrencias por palcos bélicos y señalizar escenarios de difícil entendimiento con España. Respóndame, señor, ¿se vive en España un estado de legalidad democrática o ya hemos retornado al Estado de arbitrio imperial? La Cámara gallega, en su mayoría subordinada a una voz de comando (pues carecen todos los parlamentares de voluntad propia) ha aprobado lo que toda Galicia y todo el mundo que piensa y vive Galicia  sabía que usted quería aprobar. Y usted lo quiere aprobar en cumplimiento del guión que le han puesto en las manos y no por respecto al programa por el que usted y su equipo han sido aprobados para gobernar Galicia.
Habiendo indicios de ilegalidad, cualquier entidad o cualquier paisano español de España tienen el deber de hacer la correspondiente denuncia. Sabemos que la legalidad se incumple o por ignorancia o por mala intención y que una denuncia falsa también se encuadra en idénticos criterios. Es de esperar que el Estado español no se haya rendido a una política de cuño rastrero. Prefiero creer que Galicia nada tiene a temer por la astucia de un gallego competente y con claras intenciones de ofrecer privilegios a los pocos ricos en detrimento de los muchos pobres. Esta es una gran fe, y en la fe como en el amor no se debe poner cuchara. Una querella judicial  haría que los entendidos en materia de cajas desmenuzasen toda y cualquier mala intención, de aquellas que la experiencia muestra bien escondidas y protegida por el pecho de los bien intencionados. Sobraría transparencia y restaría menor riesgo a los gallegos.
Claro, en política nada es fácil. Lo imposible lo hacéis posible pero cuesta mucho trabajo. Por eso que ganáis buenos sueldos y merecéis el júbilo de una buena retirada. Pero, señor, nosotros, el Pueblo, debemos cuidar lo nuestro con ojos de pastor de ovejas para que ninguna se pierda. ¡Ay de los pastores de Galicia que se apacientan a si mismos, comen gordura, visten lana, degüellan el cebado pero no apacientan las ovejas y las abandonan en el monte para que se esparramen por el extranjero!
Substituir el pastor viejo por otro nuevo es renovar, pero renovar no significa que el nuevo profese en el arte de su oficio y haga las cosas mejor. Pero también no sobra duda que el poder de promover renovación cría huecos para la excelencia de una buena oportunidad. Siendo oportunidad para todos y con buen pastoreo, no temeremos que nos trasquilen las cabras  y nos roben la lana. Luego, mi señor, deje que nos envíen toros con cuernos de la meseta que por aquí, en los campos de la estrella, sabemos torearlos.



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