martes, 19 de enero de 2010

FUSIÓN Y DESUNIÓN

Pensándolo bien, la cosa parece bien pesada. Reunir dos o más en uno y mandar en todos es el deseo de cualquier político con ares de alteza y ambición de estatua pública.  Muchos y muchos años atrás, pero no tantos que mi memoria no los contemple al detalle, tuve acceso a documentos y conversaciones sobre el ensamble conjunto de dos universales organizaciones, de origen muy diverso en su formación histórica, política y social. El único elemento en común entre las dos era lo que se podría describir como la misión social de producir satisfacción continuada al público consumidor y al socio capitalista. Eran dos unidades independientes, con lengua diferente y cultura en mutua repulsión histórica durante la primera mitad del siglo pasado. Eran dos entidades que habían alcanzado mayoridad por razonable maridaje de sus obreros en que la fidelidad laboral se vía naturalmente respectada. Hasta que un día el virus de la transmutación se haría presente y la acción sindical de dos enormes sindicatos complementaría lo que fue hecho.

“En la noche de 12 de julio de 1978, Henry Ford cenaba con la cúpula administrativa y dijo que me iba despedir. Me acusaba de conspirar contra él y que yo promovía reunión con otros directores sin su consentimiento. - O él o yo-  roznó Henry.- Ustedes tienen 20 minutos para decidir” (Lee Iacocca)
Me gustaba encontrar semejanzas entre la historia de Iaccoca y mi propia vida. El padre de Iacocca llegó a los EEUU en 1902, muy pobre, solo y asustado. En el puerto de Nueva York vio la estatua de la libertad y concluyó por la fuerza simbólica de aquel monumento. En 1961, rico en el vigor físico, alegre y muy entusiasmado, yo vi por vez primera la imagen de un hombre con brazos extendidos en la cumbre de un monte, a orillas de la bahía de Guanabara. Era el Cristo Redentor simbolizando mi acogida en aquel mundo nuevo.  En épocas diferentes, habíamos alcanzado la libertad de querer ser lo que deseásemos. Era un deseo que dependía apenas del ánimo que teníamos para luchar por él.

En mi niñez,  pedaleaba todos los días una vieja bicicleta hasta la última casa en la aldea de Ameixenda, poco antes del cementerio. Iacocca era impedido por su padre de tener bicicleta pero tenía un buen amigo que se la emprestaba, de modo que nunca tuvo complejo por falta de bicicleta. En común teníamos el sentimiento heredado de que el Deber debilita el sentido de responsabilidad con relación a los gastos, pero también sabíamos que un buen nivel de Crédito conformaba la integridad de una persona o un buen negocio. Los erros forman parte de la vida y no hay como evitarlos, apenas se puede esperar que no salgan muy caros, que no se cometa el mismo equívoco dos veces y sepamos que ni el mejor talento del mundo consigue justificar el insulto deliberadamente grosero.
Por naturaleza, los analistas financieros son todos defensivos, conservadores y pesimistas. El vendedor, antónimo, se muestra siempre agresivo, especulador y optimista. Cuando una u otra tendencia predomina, la empresa camina en dirección a su falencia. Este era un sentimiento que dominaba la preocupación de Iacocca en los años de 1970. En esos años mi sentimiento se distanciaba del pesimismo de Iacocca, pues yo veía  con satisfacción y júbilo como la empresa que yo había ayudado a construir como coordinador de todas áreas técnicas conquistaba mercado en todos los continentes.
En 1987, la idea de fusión, martillada inicialmente en la cabeza de Iacocca, fue finalmente concretada en participaciones de 49 y 51 por ciento. En 1996 la fusión probó su fracaso, y después de haber dado oportunidad a la concurrencia de establecerse definitivamente en el país y ocasionar enorme onda de migrantes en dirección opuesta a la natural tendencia como país de acogida de inmigrantes, cada empresa retornó a su estado de unidad, desunidas ahora por absolutamente  dependencia a su matriz extranjera. Infelizmente, para desespero de una clase laboriosa, fiel y competitiva, hoy amargamos jubilación achicallada  por la incomprensión y poder de un sindicalista presidente poderoso, hombre honesto que ya fue pobre y obrero.

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