martes, 12 de enero de 2010

ANDROIDES

GILLOTINAS Y ANDROIDES
Tal vez no lo sepa en función de su corta edad, pero Krugman debía saber que por los años 70, 80, 90 del siglo pasado y los primeros años de este siglo, esa seducción de la política monetaria reducida al absurdo fue realidad tangible por todo el inmenso territorio brasileño. La moneda brasileña perdía día a día su valor paritario con el dólar. El valor del sueldo recibido después de un mes de trabajo mostraba como la ilusión de haber ahorrado alguna cosa con mucho esfuerzo se desvanecía en el momento de comprar algún bien. Lo planeado durante meses pasados no tenía utilidad en el momento de satisfacer un deseo tan duramente conquistado por horas y horas de trabajo. Nuestros sueldos crecían en velocidad vertiginosa todos los meses y mi nómina me declaraba ser millonario en unidades monetarias, que mal daban para pasar el mes; el consecuente déficit era equilibrado con deudas que también perdían valor, como si todos, deudores y creedores, participásemos de una loca corrida contra el tiempo, en que al final de un corto periodo sería nombrado campeón quien más perdiera. Quien podía y tenía vocación para hacer ahorros monetarios compraba dólares y los guardaba a todo riesgo de ser robados en un corte vendado del viejo colchón de espuma. No tardó en que esta práctica fuese tornada ilegal por el Gobierno, provocando a que los ricos y malos nacionalistas estableciesen bases de ahorro en paraísos financieros. Como alternativa al proceso degenerativo de la moneda corriente, el Gobierno había instituido la corrección monetaria aterrada a índices dictados al gusto de lo que se llamó ORTN (una especie de moneda que sin ser corriente, llevaba por el rio abajo el cruceiro, esta sí moneda de curso obligatorio entre todos los obreros del País). Entre el año 1964 y 1986, periodo de vigencia de la Obligaciones Reajustables del Tesoro Nacional (ORTN) el índice de devaluación del crucero medido por su hermana bastarda fue superior  a ochenta mil. Esto naturalmente significó que 80 mil dólares ahorrados por un obrero, teniendo como destino costear las dificultades que nos esperaba al alcanzar la tercera edad,  llegado el momento  ni mil dólares valían. El Cruceiro perdería finalmente su cabeza para dar entrada al Cruzado. Éste, como los girondinos y jacobinos de la Revolución Francesa, probaba ser incapaz de restablecer la ilusión de la clase obrera y en poco tiempo se vio obligado a abdicar a favor del Cruzado Nuevo, que lo hizo huir del mercado en proporción cobarde de mil por uno. Hoy Brasil vive el Real relativamente estable en su paridad con el dólar, pero convive infelizmente con gula de intereses financieros de 350 % al año y una infinidad de monedas bastardas (OTN, BTN,UFIR, UPFES, IPC-FIPE, INPC-IBGE )por las que se rigen las fuentes del gobierno y casi todas las demás instituciones de derecho público o privado, excluida la clase de asalariados obligada a tener fe en el Real, por lo menos hasta que éste pierda la cabeza tronzada por modernas guillotinas y los pobres perdamos la vida en la inútil corrida con androides.

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