El gasto por la oportunidad es que, en este momento, un único producto (tiempo) es repartido equitativamente en acción de comer y ser comido, un acto de surfismo sin precio.
Mi amigo y colega en el arte de lo ponderable, Mr. Krugman, me ha dado libertad para blogar sobre el tema que sugiere (y explica) que los economistas somos surfistas baratos (cheaps skates). Primero pensé que abordar tan espinoso tema no sería adecuado a mi condición de modesto economista, pero, a seguir pensé que si Krugman no lo hacia por méritos de un coste de oportunidad yo podría desarrollarlo justamente en respuesta a ese mismo principio.
Mi condición de modesto economista refuerza la opinión de WSJ. Krugman, en situación de economista premio nobel y económicamente bien avalado, lo desmiente.
Somos dos extremos en la teoría del valor económico. Dos patatas no tienen el mismo precio en cualquier lugar, porque la utilidad final de la patata varía con el deseo marginal de consumirla. A mí nadie quiere comer, ¡pero a Krugman…!
A krugman se lo comería, con mucho gusto y sin necesidad de rebozarlo en huevo ni mejorado con cualquier tipo de tempero, el señor WSJ (The Wall Street Jounal) quien a través de Justin Lahart expone al mundo los secretos de un economista. Mis propios secretos en la conciencia liberal de mis deseos ocultos.
Conocido el primer secreto del suceso (cómprate un banco), los demás vienen en cántaros como la lluvia torrencial y, por reflejo borroso de un espejo sucio, todos creerán que los economistas somos fieles representantes de la imagen del cántaro.
Como economista yo no me siento culpado de mi propia ruina. Confieso que ya tuve coches a cuya calidad mercantil mis ideas y manos contribuyeron significativamente; frecuenté playas paradisiacas en un mundo tropical, pero nunca fui adepto al mundo del golf - creo que por ausencia absoluta de condiciones sociales, no vayan pensar mal de mí.
Si, es verdad, ingresé en escuela de economistas por un sentimiento de culpa delante del desparpajo de gastos inútiles que yo observaba en un competitivo departamento de ingeniera automovilística. Lo hice en respuesta a una expectativa intuida antes de conocer la teoría de la expectación. Continúo inocente, aún muchos años después de haber perdido la virginidad en asuntos económicos. Y la clave de tal suceso puede estar en mi poca propensión a lo ajeno y en el hecho de que nunca fui capaz de considerar mis hijos como factor de inversión y retorno a largo tiempo.
Sin duda alguna, todos los economistas, después de Adam Smith, estudiaran el comportamiento de las personas en relación a los bienes disponibles y su natural limitación en conseguirlos. La política económica es una ciencia que tiene origen en pensadores de la escuela económica y ella ha facilitado que algunos, en calidad de repartidores y en circunstancias permitidas, se quedasen con harto volumen de riquezas sin percibir que a la distancia todo y cualquier tesoro será perdido.
Estudios empíricos de comportamiento atribuido a economistas no difieren, en resultado, de los atribuidos a cualquier otra clase. Valen para psicólogos, médicos, periodistas, el hombre rico o el miserable pobre. El fondo es siempre el mismo aunque diferentemente adornado con palabras del jardín de su particular cultura.
En mí ya no hay alternativa otra que pueda ser confrontada con la oportunidad de escribir este exordio. Y yo, o como el tiempo o el tiempo me come. El gasto por la oportunidad es que, en este momento, un único producto (tiempo) es repartido equitativamente en acción de comer y ser comido, un acto de surfismo sin precio.
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