- ¡Meritísimo – exclama un pobre desempleado – la gallina yo robé porque mi hijo tenía hambre!
He ahí la culpa de este pobre trasno. Convicto y confeso de su horrendo acto, no queda otra alternativa que condenarlo a pena privativa de su libertad por algunos años.
Es necesario tener buen juicio para evitar entrar en juicio por falsa razón o delirio de la locura. No está en su juicio quien vive fuera de juicio y da causa a una sentencia del juez en su juicio universal delante del juicio contradictorio, del juicio convenido, del declarativo encauzado por litigantes, el juicio de dios como prueba incontestable de la verdad, el juicio que versa sobre infracciones de bandos de buen y mal gobierno.
Ah, ese conjunto de normas escritas con letras retorcidas para conducirnos a un mundo de continuo sobresalto, siempre dependiente del poder y la moral predominante como base de su acción tan justa y tan amplia por ley del embudo, tan estrecho para muchos y tan ancho para pocos, muy al estilo de soluciones silvícolas en nuestro mundo de piedra.
Cuentan que dos abogados caminaban en la selva de un colosal proceso. Al ver que un tigre los acechaba, un abogado tiró sus zapatos.
- ¿Para que tiras el calzado? – Preguntó el otro abogado
- Para correr más – fue la respuesta.
- ¿Para que quieres correr más, si el tigre es mucho más veloz que nosotros?
- Para correr más que tú, para que el tigre te coma primero.
En la vida real siempre es el cliente, como reo o como atacado, el expuestos a la boca de un tigre para que lo coma bien asado. Del espolio se alimenta el sistema.
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