domingo, 21 de febrero de 2010

BOCA DE TIGRE

Dormientibus nom succurrit jus, dice el árbitro, pero también es dudoso que socorra a quien está despierto. El que tenga dinero y pueda pagar lo que llaman un buen  abogado, agente o procurador, no tendrá otros problemas más que la pérdida de un diaforético y resolutivo sabugo. Si el delito social es muy grande y el público espera una condena que pene el pecado cometido, siendo el autor persona de buen trato y mejor condición económica, la ciencia del derecho  y el deber a que la justicia se cumpla sin sentimiento de venganza harán despegar todas las alas y las volarán por altos aires buscando  pelos en los huevos que engendraron las primeras aves. Una vez hallados los primitivos folículos, vendrá el contencioso juicio a   probar que nada prueba, pues conocido es de la jurisprudencia espacial no existir huevo antes de la gallina. Y el reo,  por tan buena justicia lo dejarán suelto y sin pena a pagar.
   - ¡Meritísimo – exclama un pobre desempleado – la gallina yo robé porque mi hijo tenía hambre!
He ahí la culpa de este pobre trasno. Convicto y confeso de su horrendo acto, no queda otra alternativa que condenarlo a pena privativa de su libertad por algunos años.
Es necesario tener buen  juicio para evitar entrar en juicio por falsa razón o delirio de la locura. No está en su juicio quien vive fuera de juicio y da causa a una sentencia del juez en su juicio universal delante del juicio contradictorio, del juicio convenido, del declarativo encauzado por litigantes, el juicio de dios como prueba incontestable de la verdad, el juicio que versa sobre infracciones de bandos de buen y mal gobierno.

Ah, ese conjunto de normas escritas con letras retorcidas para conducirnos a un mundo de continuo sobresalto, siempre dependiente del poder y la moral predominante como base de su acción tan justa y tan amplia por ley del embudo, tan estrecho para muchos y tan ancho para pocos, muy al estilo de soluciones silvícolas en nuestro mundo de piedra.
Cuentan que dos abogados caminaban en la selva de un colosal proceso. Al ver que un tigre los acechaba, un abogado tiró sus zapatos.
 -  ¿Para  que tiras el calzado? – Preguntó el otro abogado
 -    Para correr más – fue la respuesta.
 -  ¿Para que quieres correr más, si el tigre es mucho más veloz que nosotros?
 -    Para correr más que tú, para que el tigre te coma primero.

En la vida real siempre es el cliente, como reo o como atacado, el  expuestos  a la boca de un tigre para que lo coma bien asado. Del espolio se alimenta el sistema.
   

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