jueves, 11 de febrero de 2010

VERDAD

Por el bien de Galicia, por el bien de la fusión de cajas, por el bien de tanques regasificadores, por el bien de presidios-cultura en el cabo Touriñan y presidios literarios al papel cauché en el monumento Gaiás, digan-nos a todos los gallegos que, desde el utópico paraíso de Santiago bajo el manto supremo del salomónico orensano, somos desnecesarios. Den-nos tarjeta roja para identificación de pasaje provisoria por Galicia y de paso partan-nos en dos los que somos uno, de madre y padre bien engendrado. ¿Hay alguna verdad que importe más que la verdad de un soberano dictador?
No, “hasta que alguien valiente y lúcido tome la decisión de arrancar esto de aquí” – dice la voz del video colgado por Luis Foderico en su electrizante comentario a la verdad de Pousa, ayer articulada.
La verdad, pero ¿que es la verdad para nosotros humildes villanos? ¿Vigo o Numancia?. ¿Someterán Vigo  a un terrible asedio con la persistencia cruel de una paciencia incontrolada por ver caer de inanición y desespero fieles funcionarios de una empresa bancaria?
La verdad, dicen (y no es Lelo quien lo cuenta), es un punto de vista. Y la vista con la cabeza enyesada consigue alcanzar una considerable cantidad de puntos, y si la cabeza puede bambolear a la intención del astrolabio, nos sobra una infinidad de puntos que al parecer de nuestra vista parecerán verdades universales.
Reinar, mi caro CLR, es un verbo intransitivo y tiene por sinónimo otro verbo, también intransitivo, derivado del latín gubernare, que otra cosa no es más que la acción de regir un acto flexiblemente transitivo por exigencia de la intermediación de preposición que permita gobernar, dirigir, administrar, subordinar. Circulando, reinar es el principio de lo que gobernar es su fin, y viceversa.
Como se ve, la intención solapada de suponer acciones que se contradicen es una dificultad del verbo para ocultar otra verdad de suntuosidad regia, que en sus varias transcripciones produce arreglo de la música escrita para un instrumento y hace que pueda ser tocada por otro. Y a eso también se llama verdad, como verdadera es la angustia de los que son privados de amasar el pan con el sudor de sus almas, o los infelices acostados a olor de una regasificadora en Ferrol, o los falsos ansiolíticos que, a modo de placebo, nos ofrecen protección contra lo que nada protegen.

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