sábado, 20 de febrero de 2010

CARCARÁ

Unión significa que dos o más entidades se juntan para formar una sola persona. Para que la unión sea efectiva, esa única persona deberá tener poder sobre las dos o más entidades.

 Podemos comparar la unión de naciones con un complejo sistema de órganos humanos. Cabeza, cuerpo y extremidades son la clásica estructura  que sostiene partes que deberán trabajar coordenadamente bajo la dirección de un pensamiento centralizado en la cabeza y bien enraizado en las demás órganos para que puedan constituir un sistema perfectamente coherente y armonioso. Es fácil intuir que la cabeza sin el cuerpo y extremidades no sería nada. Las extremidades, solas y trabajando independientemente de las necesidades de los demás órganos, ni siquiera serían capaces de saber lo que hacer y mucho menos como y para quien hacerlo.

Cada unidad humana forma un complejo muy diferente de otras unidades humanas. Cuando unimos dos o más personas en una única entidad, el resultado aparece mayor que la suma del número de unidades que van dar forma a la nueva estructura. Pero la nueva estructura, unión de muchas cabezas, muchos cuerpos y muchas extremidades, constituye aberración de su natural condición y la normalidad pasa a desarrollar fuerzas que, nacidas al impulso de equilibrio inestable, irán provocar falencia del monstro.

La UE es un monstruo de muchas cabezas, todas pensantes y muy ágiles en el ejercicio de la mágica financiera. Es competente en el uso y abuso de las extremidades para que el cuerpo se mantenga  firmemente abrazado al comando de la cabeza. Interconexiones fueron elaboradas con magnífica eficiencia y eficacia ejemplar. Esto ocurrió durante el tiempo en que cada cabeza estaba ocupada en administrar su propia unidad al antojo de su particular voluntad. Una vez conseguida la sumisión del cuerpo y extremidades a la idea de una unidad de naciones, unidas por asociación de intereses, cabía  a las cabezas decidir cual de entre los mejores sería capaz de mandar en las demás. La estrategia adoptada fue eliminar de todas las cabezas el poder mágico de crear dinero con valor de uso, valor afectivo y valor de cambio. Se creó una nueva entidad, sin voluntad propia pero con poder suficiente para dar órdenes y mandar en el destino de la moneda, creada adrede, sin vicio y a semejanza del oro por su raridad y belleza.

Las cabezas, que antes eran independientes y ahora están prestes a perder todo el poder de cobrar, dar y gastar, entran en ebullición competitiva para restaurar el poder mágico que tenían antes del euro nacer.

Pero el euro es irreversible. Abandonarlo exigiría larga preparación liderada por sistemáticas devaluaciones que provocarían una desastrosa corrida hacia otras monedas, administradas por cabeza, cuerpo y extremidades, bien  consolidados en su unidad federativa por más de dos cientos años. 

Así que, a Irlanda, Portugal, Italia, Grecia y España, no les queda más remedio que someterse al cataplasma receptado por la singular cabeza central del banco europeo. Triste dilema para tantas y buenas cabezas: si aceptan, el bicho coge, si recusan, el bicho viene, mata y come como un perfecto carcará del sertón de Piaui.

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