Esto de libertad, libertad con o sin ira, sin bagullo y sin grana, ya va saltando fuera del conveniente cauce. Conveniente para los convenidos, claro, pues a los otros solo restaba quedarse calladitos, hundidos en el lodo y sin libertad para abrir la boca, aunque los ojos vieran lo que los oídos oían, por aquello de que en rio que suena existe agua… y pillines y pillabanes, todos golfillos de buena fama y boca cerrillada.
Nullum crimen nulla poena sine lege, dice el pillin. Hágase la ley y ármenla con dientes de sable, ordena el pillaban. Y la libertad corre suelta y en debandada a los gritos de la consigna ¡Sálvese el que pueda!
Becerra da Silva, compositor brasileño, escribía su célebre samba al que yo ofrezco traducción sin permisión del traducido, a quien pido perdón y ruego no me prive de entrar en el cielo:
Fui llamado a esta asamblea, y me avisaron: “Aquí no hay pobre” Hasta me pidieron para pisar mansito, pues tengo color y soy colorado… Aquí realmente veo la nata: doctores, señores y hasta sociatas. Con borrachera y tanta discusión, tiré mi conclusión: Si eu grito pega ladrón non fica un meu irman, si tu gritas coge ladrón no sobra uno y queda nada.
Y continua explicando en sonoro pagode que buen lugar y buen amigo es la embajada donde vive tranquilo y nadie dice nada y no hay pelotón que lo lleve a la justicia, pues allí no hay ladrón y es santa la policía, Allí hasta parece Suecia, bacana, llevan el bagullo y dejan la grana. No es como este ambiente pesado, que usted me propuso para ser logrado.
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