domingo, 2 de enero de 2011

CEEFALALOPODE

Cambiamos de año. Estamos en la primera del veinte once, “annus horribilis”, como se destaca del optimismo de un natural alborecer. Aunque no queramos ni pensarlo, bueno será vigilarlo para seguir tirando del cordel sin grandes asaltos. De momento ya van buceando por las aceras bocinando el pregón de la carestía.

- Aprovechen, señores, paguen más por menos luz. Compren gas y ahorren pan. Reserven harina para la empanada de los turistas y peregrinos. Demostremos nuestra fe en la esperanza que depositamos sobre el camino. Hagamos de la concha un símbolo de reflexión para el mundo entero y no olvidemos la correspondiente patente para evitar derrame de ingresos por los thiagos del mundo, luego ahora que Cuba avanza hacia la capitalización  y en Chile el apóstol va bien asentado.
En Galicia siguen ignorando la historia de España. Si los gallegos hubieran nacido en Bagdad otro gallo cantaría. Tantos lugares para elegir, e Iakobos fue luego escogiendo un campo estrellado, por mil aguas bañado, para flotar eternamente en la dehesa de la consolación. Pedro fue más inteligente, perdió la cabeza por un buen motivo y este motivo era Roma; ¿había lugar mejor para vivir en aquella época? En Francia – la historia lo registra-  existe la torre Eiffel para decir que Paris bien vale una misa. En el Reino Unido hacen distinciones entre el greater y el less para explicar que uno era bajito como un gallego y el otro alto como un godo. Mala lengua de quien no entiende nuestro idioma, pues bien sabemos que lo grande es siempre nuestro y lo chico a otros pertenece. Además, ellos no saben – oh, sí, lo saben – Santiaguito era hermano de Judas, hijo de Alfeo y el otro, el Santiagón, fue hijo de Ceebedeo y Salomé, hermano de Xan,  todos herederos de la cepa galilea  oriunda del barro de nuestras costas, donde acostumbraban pescar al son de la fervenza del Ezaro y, todos juntos, Simón, Pedro Iakobo y su hermano Xan, cultivando el huerto de los olivos, dibujaban con gran placer el destino del mundo en que ahora estamos entrando.  
Empieza mal el año mi gran amigo Albor. Lo hace en afán de ignorar la grandeza del pulpo Pablo, pacífico profeta del acuario de Seelife (Cee-vida) en Oberhausen. Fue el octópodo y no el apóstol James quien ayudó a la selección de España en sus mil veces repetidos esfuerzos por querer beber vino de la sacra ribera por la copa del mundo. Al pulpo de nuestras rías dediquemos el gran honor de la victoria, y si alguna cuenta chica sin querer se os ha olvidado… a la inteligencia del cefalópodo se la cargás.

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