viernes, 28 de enero de 2011

FRIO CONGELANTE

Lo que se concluye del desafuero de una decente jubilación es que por la gran vía del trabajo, condicionado a la voluntad de un patrón, jamás un obrero alcanzará el derecho de tener de vuelta todo lo que ha ahorrado y ha puesto a los cuidados del instituto social de la seguridad.

Nunca un gobierno de derechas se atrevería a hacer lo que en este momento hace un gobierno socialista. Lo haría peor, sin duda, pero por caminos más sutiles y carrancudamente menos gravosos, por lo menos en apariencia, a la felicidad de aquellos que se aproximan al portal de la muerte.

Lo que podemos concluir de tan nefasto comportamiento socialista y de la maleza del cuerpo sindical, es que son hombres (los que son) con cara de palo, para decirnos, sin ningún rodeo: si tú quieres llegar a viejo hurta ahora todo lo que puedas y construye tu propio jardín de los olivares.

Pero ¡ay, ay, ay!, meus amigos, muchos, tocados por el alarme que viene de las campanas, interpretarán la necesidad de ahorrar y, como perentoria necesidad, guardarán lo ahorrado en algún baúl de la felicidad, esto es, otro tipo de seguridad por la que pensaremos tener nuestros ahorros muy bien guardados… en la boca del lobo u otro bicho peor - que os parece la boca de un tiburón?

El pacto de las pensiones es eso, un pato, para ser comido a la marinera, bien temperado y bien asado. Pero un pacto mal dispuesto sobre la mesa hará que el pato sin corral de engorda (empresa contratante) viva mirrado, muy frágil y estéril. Una verdadera trampa para el gusto y la salud de los impactantes, quien a la postre sentirán el choque físico de una amarga digestión.

Austeridad es la mortificación de los sentidos y transita, en su condición de verbo, por la afición a la aflicción, con dolor y sufrimiento. Algo estimado por los ascetas, pero agobiadamente estigmatizado por los donados del poder. Luego no carece pensar que ese gran pato, que ahora se cuece a la brasa, servirá de tablado entre la juventud y la viejez; un tablado disimulador de infracción maliciosa de las reglas del juego, ardid de los hunos contra los otros para cubrir con seda de legalidad un aberrante acto ilícito contra la seguridad.

Por la urdidura de las penas del pato se teje la desconexión social entre los que todo lo pueden y aquellos que nada consiguen. El efecto será absoluta independencia de los engranajes que componen el sistema de una buena malla social. Cabrá a cada uno girar a su modo, tejerla a su conveniencia. Lo harán por la necesidad de cubrir su cuerpo en el circo de las ilusiones y evitar desespero en el picadero cuando les falte el calor de las palmas, y el hechizo de un público alegre se haga extremamente austero, frio y congelante.

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