martes, 18 de enero de 2011

CILINDRO ETARIO


Leo por la voz de mi querida Galicia como el índice de extranjeros cae, al mismo tiempo que el índice de retornados se mantiene estable. En el año recién pasado regresaron a la tierra de origen 3212 gallegos. A este número de repatriados hay que restar la fuga de 6267 extranjeros y nos quedamos con un saldo positivamente negativo de 3055 residentes gallegos. A esta sangría del saldo entre extranjeros que salen y los considerados extranjeros que retornan debemos sumar el gran contingente de candidatos al partido de los excluidos al voto LOCAL (31247 gallegos natos).


Ahora entiendo el sentido de la preocupación e interés de algunos políticos gallegos en furtar el derecho a voto local de los residentes en geografía externa gallega. En la proporción que avanzamos en la regionalización de los poderes del Estado, el poder autonómico, en tesis, adquiere mayor tajo de la receta tributaria. En cortísimo tiempo, descubren los enclíticos del saber político que ese filón de oro no es lucro puro, pues, en paralelo con la receta, el Estado empuja el mico de los gastos sociales. Este es el fulcro de la cuestión to be or no to be tan bien planteada por el amigo Xespir. Para entendernos mejor: el ser o no ser de la politocracia gallega reside en que tantos más gallegos existan para repartir el gasto social menos euros sobrará para alimentar el gran sentido de la esencia política: poder y dinero. De tan magistral idea deriva el interés por la supresión del derecho a voto de los gallegos ausentes por necesidades imperiosas.

El camino de la reducción demográfica es una trilla con pocos atallos. Pero, sí, los hay.  Uno de ellos se muestra en los indicios que favorecen la entrada aparentemente pacífica del capital extranjero. El dinero tiene el poder simbólico que la cruz tuvo en la conquista del pueblo americano. Simbólico y extremamente radical en la fe de un pequeño grupo de aventureros que, con poco más que su voluntad, fueron capaces de derrocar la arrogancia natural del pueblo maya.

Vencido el percurso, el político se da cuenta que ya no le sobran energías para disfrutar del botín. Peor todavía, sus herederos, algunos de matrimonios extranjeros, lo miran con desprecio. Pues si antes eran extranjeros, ahora son locales, y pasan a mirar el viejo político como un traidor de sus anhelos.  

Nos acostumbramos a mirar la pirámide etaria como algo positivo. Reminiscencias de las viejas escrituras, sin duda. Asociamos la base larga con estabilidad y eso históricamente fue una gran mentira del inconsciente. Cuando, en tiempos recientes, la altura de la pirámide comenzó a crecer en ausencia de guerras y epidemias locales, a alguien se le ocurrió que la base se estrechaba y en futuro próximo no habría brazos para alimentar a los encumbrados. Cuando suenan los alarmes, a algunos cunde el pavor y el trastorno del pánico se hace evidente. Los pavoridos, para librarse de lo que presumen un mal mayor, buscaran medios de reducir la altura de la pirámide y aumentar su base. Racionalmente mal se darán cuenta que la figura ideal del simbolismo etario es un cilindro en pie, creciendo en las alturas y con buenos amarres en la base. En el futuro, su ensanche o adelgazamiento dependerá de las condiciones intrínsecas locales o del universo libre en que le sea posible subsistir.
 

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