domingo, 23 de enero de 2011

UN POZO DE ESPERANZA

Viajando por el túnel del tiempo, pude observar como un grupo de fariseos y escribas murmuraban entre si y, entre sus dientes, verbalizaban consideraciones sobre un joven predicador de la galilea galega. - Este homen acolle os emigrantes e reparte o pan con eles.

El hombre que, sin muchos rodeos, identificamos por sus características especiales, aprovechó el susurro de los escribas y fariseos para exponer una de sus muchas parábolas:

Galicia tiene dos hijos – contaba-, son gemelos nacidos en épocas diferentes. Era muy difícil alimentar a los dos con lo poco que se tenía. Saltaba a los ojos  la hambruna vivida en aquella familia en que la leche de la madre había sido el único alimento durante la infancia de los dos muchachos, y la sagrada familia subsistía comiendo caldo de berzas con tocino de cerdo, todo producido por la labor del trabajo en su hacienda. Un día, uno de los dos hijos, y aquí no importa saber si era el primogénito o el genio del segundón, resolvió pedir a su padre: Papá, emprestame dinero para  que yo pueda emigrar a otro mundo, prometo devolverlo así que pueda.

Pocos días después, uno de los dos hijos puso en una pequeña maleta la ropa vieja que su madre había lavado y planchado y, en otro maletín, todos los libros que en ella podrían caber. Salió del pueblo después de besar las lágrimas de su madre y, sin mirar hacia atrás, vio como su hermana, una niña, lo seguía sin entender lo que se pasaba.

Liberto del mundo familiar y con menos dinero de lo que valía algunas entradas del cine de la villa gallega, luego presintió que podría pasar hambre en aquel nuevo mundo. Cuando todo parecía perdido, la suerte le ofreció trabajo, mucho trabajo, a cambio de algún dinero, lo suficiente para vivir con sobriedad y devolver lo sacado de Galicia para pagar el viaje.

Sabemos que en aquellos tiempos del señor no existía democracia en la galilea galega. Desde Madrid, avisaban que si el hijo, emigrado sin haber ofrecido las primicias de su trabajo a las tropas reales, retornase, sería obligado a vestir farda de soldado para defender en Africa los intereses del señor.

Cuantas veces acordó con hambre del cariño de  sus padres, amigos y vecinos y, imaginándolos a la distancia, se conformaba rezando: Señor, en  mi inocencia pequé enfrente la soberbia de tu poder. Yo no merezco ser llamado hijo de España, ni por Galicia debo ser amado.

El hijo pródigo (pródigo en la acepción de pureza de vida) regresó a muy avanzada edad, cuando sus padres ya no vivían en el condado de su nación. Galicia, viéndolo pobre y samaritano, le dijo: Has llegado tarde, el novillo que tu padre ha cebado y cuidado no te pertenece. No eres bienvenido a la fiesta.  Los padres, que conocían las dificultades de vivir en el mundo celestial, vinieron en su ayuda: - Hijos míos yo viví en vosotros y vosotros siempre estaréis conmigo y todo lo mío es vuestro.  Juntaros por mi memoria en la Tierra y sabed que en el cielo os espero para celebrar todas las penas y todas las glorias que heredamos de este nuestro Paraiso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario