Vamos ver, mis queridos y mis queridas. Uno, por la ciencia de la competencia, se ha acostumbrado a medir la calidad de todo lo que nos rodea por algunas amuestras escogidas aleatoriamente en el pozo de desventuras. En el pozo de la política, ética, y religión todas ellas se muestran muy acedas, en el campo de la justicia, bastante acedas y en el campo de la esperanza todas ellas muestran el rancio de un profundo sabor amargo.
De cualquier modo, las cuentas no cuadran. El FMI ha pronosticado crecimiento de 0,6 % para España en 2011 y casi tres veces más para 2012. No es el crecimiento de un país emergente, pero si ese crecimiento no ha sido pronosticado con datos mentirosos, es necesario reconocer que es un crecimiento. ¿Y como podemos hablar de crisis económica si estamos en fértil periodo de crecimiento? ¿Cuanto debemos crecer para perder ese nefasto sentimiento de crisis? Repito: ¡no me salen las cuentas!
Veamos las cosas por otro enfoque.
La población gallega decrece a la vista de ojos de los que quieren y pueden ver. Si la economía crece y la población decrece, la consecuencia de dividir más por menos, en contra de lo que la matemática afirma, el resultado será siempre algo más para cada alguno menos. ¿Y como administramos el reparto? Vivimos la cultura de un gaias en que todos queremos más: el que tiene un peso quiere tener dos, el que tiene cinco quiere tener diez, el que tiene veinte busca los cuarenta y… el que nada tiene todo lo pierde.
Otra amuestra de lo incomprensible:
Con todos los colores del arcoíris, la institución Trabajo pierde continuamente interés en la manutención de la fuerza obrera. La tecnología producida por el obrero los sustituye, con profunda ventaja para los que tienen en su patrimonio todos los derechos sobre copyright. Cuando algún flanco surge en sus defensas, sus leyes vienen a público a favor de lo que ellos eufemísticamente denominarán Ley para su economía sostenible. Y de esta forma, el obrero, además de perder trabajo, también perderá ocasión para bajar, en un clik de su ordenador, motivo que lo entretenga en su inmensa agonía. Si esto no fuera suficiente, ahora llegan con el cuento de la expansión de la edad laboral. Si tal expansión fuese propuesta con un mínimo brío de honestidad, desde la distancia que anubla la realidad yo podría pensar que en España faltan personas para realizar todas las labores que una sociedad avanzada necesita.
Ni aquí me salen las cuentas, pues si no es mentira lo que dicen, cinco millones de personas sin empleo son mucho más que una enorme amuestra y muestran toda la inconsistencia de unas cuentas que no cuadran.
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