sábado, 15 de enero de 2011

CERTIFICADO APOLÓGICO

¿Para que sirve la llama de una vela encendida?

Esta pregunta es muy oportuna y de relevante importancia en los días de hoy. La pena está en que dentro de infinitas respuestas la mía no sea tan oportuna ni tan importante. De cualquier modo, yo se que montando en la monda seca, la marabunta sigue la corriente del rio, con mucha esperanza de que encalle en algún encallo para desde allí iniciar vida nueva.  Es la experiencia de la esperanza, que a veces funciona y otras veces, no.

Parece que para algunas personas, controladores de las políticas oficiales, admitir una ayuda solidaria a quien la está necesitando es un acto de relevante afronta a la economía capitalista de la junta ordenadora. No les parece políticamente correcto. Consideran un desestimulo a quien está trabajando y tiene por paga la miseria de un ridículo sueldo. Ven un potencial peligroso en la fuerza del desempleado y, desde el punto de vista estratégico, sostener una persona en estado continuo de frustración es algo realmente asustador. Luego, hablar de solidaridad y asociación íntimamente conjunta para encontrar solución que dé continuidad a un proyecto decente de vida, no está en el centro de las preocupaciones de quien cómodamente se asienta en sillones gubernamentales.

Pero el problema del desempleo está real y es potencialmente muy peligroso a cualquier modalidad de política filosófica en funciones. Se hace imperioso entretener a esa masa enorme de seres humanos, privados que están de los mínimos beneficios que la vida ofrece en estos tiempos de maravillas tecnológicas, y que algunos, a nuestro alrededor,  exhiben con el brillo ofuscante de un mundo que puede parecer perfecto.

Ningún curso relámpago consigue aumentar la competencia profesional de cualquier desempleado. Lo que aumenta la competencia funcional de una persona es el interés que pueda desprenderse de la labor que la persona realiza en determinado momento. Si la ocupación lo anima a continuar en ese mismo oficio, el ser humano se someterá a cursos de mejoramiento operacional, o para competir por cargos mejores o para evitar ser derrocado del empleo que tienen.

No discuto la necesidad de ofertar ayuda económica a un desempleado. Es socialmente imperioso y tal ayuda debe extenderse a toda la familia que depende del desempleado. Lo que yo creo conveniente discutir es el modo difuso  y muchas veces truculento con que tal ayuda se procesa en ciertos regímenes galicosamente paternalistas. Se ignora propositivamente experiencias de desempleados en tiempos pasados (la mía sería un ejemplo) o recuerdan los frutos que de la desgracia ajena políticos deshonestos, alardeando competencia en técnicas de aprovechamiento de ciclos socialmente desfavorables,   consiguieron recoger en aras de su particular seguridad económica.

¿Para que sirve la llama de una vela encendida?

Absolutamente para nada si la vela  no viene certificada por un diploma probando que el autor ya fue un desempleado. Pero por detrás de ese certificado probando el pasado poco feliz de quien un día ya estuvo empleado, un empresario de gran porte tirará provecho para no emplearlo jamás, pues bien sabe, por cursos-minuto realizados, que su discurso, motivador para la gran ilusión de su interés organizacional, será observado con muchas reticencias. Las mismas reticencias que en el parlamente Aymerich sostuvo de la conselleira Masca-Chicles. Imagino en mi íntimo la estima que eses dos actores de la política autonómica extraerían de un curso minuto de buenas relaciones parlamentares, en la hipótesis que se vieran desempleados. Seguro que, sin pedir escusas, vivirían el resto de sus vidas desencantadas del certificado apológico.

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